«Esto no es algo que dejamos atrás en nuestros veintes. Esto no es algo que es curado por la edad o la seguridad financiera. Esto no es algo que usted «supera». Si se le permite agravarse, la depresión es más fuerte que la sabiduría. La depresión es insidiosa y tenaz. La depresión puede llegar a cualquiera. Puede hacerte sentir como un anciano a los 27. Puede hacer que te sientas tan perdido como un niño a los 52.» Escribe con sensibilidad y certeza Rich Larson sobre la depresión tras el sorpresivo y lamentable suicidio de Chris Cornell.
La depresión puede llegar a cualquiera y puede tener el peor de los desenlaces. No se irá sólo porque lo deseemos. Es una condición clínica que requiere ayuda profesional. Las personas que han vivido en carne propia la depresión sienten que sólo ellos logran comprenderla, en otras palabras, sienten que nadie puede entenderlos. La falta de ánimo, la falta de ilusión ante el futuro, la notoria inactividad, los pensamientos negativos, la tristeza, el dolor… generan una situación muy lastimosa de la que muchas veces se busca escapar a cualquier precio.
Los psicólogos y otros profesionales de la salud buscan comprender y explicar la depresión con la intención de intervenir y ayudar de una manera efectiva. Algunos la conciben como un desajuste a nivel cerebral en los neurotransmisores, otros consideran nace y/o se mantiene por una serie de distorsiones cognitivas, otros la consideran una situación (la persona no está deprimida: más bien está en una situación deprimente) dada la falta de reforzadores y de conductas satisfactorias, y algunas otras.
Llama la atención que la palabra depresión, a diferencia de muchas otros términos utilizados en psicología, es ampliamente conocida y utilizada en nuestro lenguaje cotidiano. Las personas frecuentemente califican sus desánimos o tristezas como un “estar deprimido”, o aludimos a las situaciones que nos abate o entristecen como “deprimentes”.
A nivel clínico la depresión representa algo mucho más complejo que el “sentirse triste”. A continuación agrupamos resumidamente los numerosos y variados «síntomas» de la depresión:
- Afectivos: tristeza, abatimiento, desánimo, disminución de la capacidad de disfrutar, apatía o indiferencia, etc.
- Conductuales: agitación motora, lentitud al hablar y andar, disminución del nivel de actividad, etc.
- Cognitivos: disminución de la capacidad de concentración, memoria y atención y, con ellos del rendimiento; incremento de las cogniciones negativas auto-referidas (autocrítica, auto-culpa, etc.)
- Físicos: Insomnio o hipersomnia, disminución de apetito, de la actividad y del deseo sexual, dolores y molestias.
- Interpersonales: disminución desinterés por los demás, deterioro de las relaciones sociales.
Estos síntomas no se dan en todas las personas en la misma medida, incluso en una misma persona de un episodio a otro, lo que todavía hace que sea más amplia la variedad de formas de padecer la depresión.
Por muchos motivos, consideramos que la depresión es uno de los temas más importantes en psicología clínica, por ello, este es el primero de una serie de artículos sobre depresión que brindará Centro Integral de Psicología, con la intención de facilitar una aproximación digerida sobre este tema y aun más importante, sobre los abordajes y tratamientos psicológicos que han impactado positivamente y de manera significativa a personas que solían vivir con este invisible, insidioso y tenaz enemigo.