Iatrogenia en el ejercicio profesional del psicólogo.

En el presente texto abordaremos los principios bioéticos y su relación con la psicología, específicamente la práctica profesional de la psicología clínica. Abordaremos aspectos fundamentales del código ético y deontológico del psicólogo así como de los principios bioéticos que a nuestro ver, son aspectos claves del ejercicio clínico profesional; se hará una revisión de terapias psicológicas que han mostrado respaldo empírico  y describiremos con casos clínicos cómo la inclinación a tratamientos sin evidencia o anacrónicos y el ignorar o descuidar los principios bioéticos, desemboca en resultados desafortunados para los pacientes en contextos clínicos o iatrogenia.

Se utiliza el término iatrogenia para designar al daño provocado en un paciente por una acción médica. De hecho, iatrogenia es el daño producido por el médico al aplicar un tratamiento incluso con una indicación correcta; iatrogenia es el resultado nocivo que no deriva de la voluntad o culpa del médico en la producción del daño (Flores, 2008).  

La iatrogenia es, en un sentido bioético, la falta al primero de sus principios, el de “ante todo, no hacer daño”. Tanto en medicina como en psicología, el provocar daño a un paciente está fuera de toda intención profesional, sin embargo, debemos aceptar que la intención del profesional no elimina las consecuencias negativas que puede acarrear un tratamiento no efectivo, como tampoco los actos de buena fe son garantía de un beneficio. 

En términos del daño que se le puede provocar a un paciente, la diferencia entre iatrogenia y mala praxis es casi imperceptible, aunque no es exactamente lo mismo; en la mala praxis juegan un papel fundamental la negligencia, el descuido, la omisión o la falta de esfuerzo y formalidad necesaria para llevar a cabo el tratamiento; en la iatrogenia no figura una conducta negligente, ni falta de seriedad o de conocimientos, de hecho, en la iatrogenia podemos encontrar que cada acto realizado por el profesional es la indicación sugerida por el tratamiento pero en donde casi misteriosamente, termina en un daño.

¿Cómo es esto posible? ¿Cómo es posible que después de seguir al pie de la letra todas las indicaciones de un tratamiento, sin dejar ir nada, sin cometer ningún error, podamos provocarle un daño al paciente? 


Según Carlos Ottolenghi, destacado ortopedista argentino, citado en Flores (2008), la  iatrogenia en medicina obedece a los siguientes factores: 


  1. Inexperiencia: 
  2. Indicaciones incorrectas. 
  3. Errores de técnica. 
  4. Exámenes insuficientes.
  5. Improvisación. 
  6. Descuido y mala vigilancia.
  7. Falta de escrúpulos.  


En psicología, la analogía de la iatrogenia médica es concebible, de hecho, nos atrevemos a sugerir que tal vez sea más frecuente de lo que nos gustaría admitir. En lo que incumbe a este ensayo, aclaramos que a partir de este momento cuando hablemos de iatrogenia nos referiremos al daño o agravamiento a la condición psicológica en el paciente provocado por la intervención terapéutica del psicólogo. 


Dicho lo anterior, al analizar los factores de la iatrogenia, resulta evidente poder contrarrestarla llevando a cabo una intervención psicológica con una metodología general bien establecida. 


Cuando se detalló el principio de beneficencia se hizo mención de las etapas de los tratamientos y se resaltó su importancia. Llevando a cabo estas etapas, incluso la inexperiencia sería un factor de menor impacto pues se elimina ese elemento de improvisación que representa cierto peligro para quien recibe el tratamiento.  


iatrogenia y psicología

Pero, ¿Eso es todo? ¿En realidad la evaluación, el diagnóstico, la elección y ajuste del tratamiento y la prevención de recaídas son suficientes para garantizar la efectividad del tratamiento o programa? ¿qué tan complejo es hacer una evaluación psicológica? ¿qué tan complejo es emitir un diagnóstico psicológico? ¿A quién culpar por la iatrogenia? ¿al paciente, al psicólogo, al método, a la naturaleza fluctuante, a la estadística, al inconsciente, a la conducta, a Dios, al pasado, al aquí y al ahora?

Todas estas y más preguntas son de vital importancia para evitar la iatrogenia o por lo menos para entenderla, sin embargo, debemos hacer una pausa justo en este momento y tomar en consideración un planteamiento fundamental:  

“¿Qué es la psicología y qué estoy haciendo con mi paciente?” 


La psicología es la ciencia que estudia la complejidad del comportamiento humano que concibe sólo un tipo de psicología clínica aceptable: aquella cuyos resultados se sostienen sobre los principios del método científico y la evidencia empírica.  En este tenor, podemos distinguir entre dos tipos de psicologías: la psicología científica y la psicología no-científica. 

La pregunta sigue en el aire ¿Qué efectos tiene un tratamiento basado en psicología científica y cuáles son los efectos de un tratamiento basado en una psicología no-científica? ¿Existe alguna evidencia que contraste en términos de resultados esa diferencia? 

Se necesita leer sólo un poco de historia, para darnos cuenta que las prácticas que no son de naturaleza científica tienden más a perjudicar a los pacientes en vez de ayudarlos. Debemos ser plenamente conscientes que la psicología es el único caso de ciencia aplicada a la salud en donde se administran tratamientos sin que éstos hayan demostrado su validez y por si fuera poco, además de no ser sancionado de ninguna manera, ni siquiera se acerca a ser “mal visto”. Sin intención de ser pesimistas sino reflexivos, comentamos que en cualquier otra rama del conocimiento a este proceder le llaman fraude o charlatanería. 

Es verdaderamente decepcionante vivir en un tiempo donde la mayoría de los psicólogos se niegan a la concepción de una psicología científica; donde se enorgullecen de no admitir un paradigma basado en la evidencia; es verdaderamente triste que la mayoría de los psicólogos clínicos miren dicha evidencia como si se tratara de una “opinión”; donde el criterio de elección de un tratamiento depende del “gusto” o “intuición” del terapeuta y donde esa intuición pareciera ser criterio suficiente para aprobar, rechazar, modificar o diseñar un tratamiento; tiempos donde es común y aplaudido que el psicólogo improvise en su terapia; vivimos en un tiempo donde la mayoría de psicólogos son místicos y muchos de sus argumentos son meramente «filosóficos» (y no en el buen sentido de la filosofía); tiempos donde los psicólogos recurren a los misterios de la física cuántica, donde aluden a “la poca credibilidad de la ciencia”, donde piden se les crea totalmente a ciegas que su trabajo y tratamiento sirven más o igual que la mayoría de terapias existentes en el mundo entero y se muestran ofendidos, cuando se señala que la evidencia dice todo lo contrario. 


Por mero deporte nos atrevemos a señalar que este tipo de actitudes las encontramos también en personas que leen el tarot, la mano, el aura, el café, que calculan biorritomos y hacen cartas astrales. Señalamos también que a lo largo de la historia esta actitud anti-científica ha desembocado en consecuencias poco gratas para la humanidad, mucho más lamentables aunque menor ruidosas que el mal uso dado a la ciencia. Evidentemente, nuestra psicología, en su momento histórico aun inmaduro, no es la excepción. 


A continuación, bajo fines académicos e informativos, presentamos un artículo donde se muestran casos los efectos iatrogénicos del psicoanálisis en casos clínicos: 

Haz clic aquí para leer el artículo.

 
«Este post es sólo una fragmento (2da Parte) del ensayo Psicología e Iatrogenia: Una aproximación a los Tratamientos Psicológicos con Respaldo  Empírico desde la Bioética por Osvaldo Muñoz Espinoza«
autor

Osvaldo Muñoz Espinoza

Psicólogo en Centro Integral de Psicología
Licenciado en Psicología Clínica, UNISON
Especialista en Terapias Contextuales, AUL
Doctorante en Evaluación Educativa, UDLMVer perfil