Trebor es una paciente de 38 años de edad, que ha luchado intermitentemente contra la depresión por 17 años. Hace unos meses inició la terapia de Activación Conductual para la Depresión, (un tratamiento de tercera generación) donde sin prisa, con flexibilidad y respetando toda práctica espiritual, en menos de un mes su estado de ánimo era otro, comenzó a disfrutar de sus actividades y sentía reconectarse con sus valores. El testimonio de Trebor es una invitación a las personas con depresión a no rendirse. Estas son sus palabras:
«El freno de mano. Así le llamo yo a la depresión. La siento como un yunke atado al tobillo, ni más ni menos. Se fue haciendo más pesado con el pasar de los años, no se si por la madurez y las responsabilidades o por darme cuenta que el tiempo no necesariamente resuelve las cosas en automático, sino que podría considerarse un incidente de inevitable acumulación que, si no se les presta atención terminarán por: frenarnos por completo.
La edad adulta no necesariamente trajo sabiduría, esta no llega sola, se cultiva como todo y el yunke en el tobillo no ayuda mucho, la verdad. Después de buscar por tantísimos lados (vaya que lo he hecho) me encontré con la filosofía budista ¡Es tan lógica, sencilla y poderosa! no deja lugar a dudas, bueno a mi no.
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- Las cosas son como son, ese es el primer paso: aceptarlo.
- Las cosas cambian porque nada es permanente.
- Nada cae del cielo, no hay tal cosa como la resolución espontánea de los problemas.
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Un buen día me reencuentro con alguien que se ofreció a ayudarme. Mi padecimiento es crónico, no ha desaparecido del todo porque bueno, apenas van unos meses y no es magia, (una siempre busca magia aunque no lo aceptemos).
Encontré mucha coincidencia entre el tipo de terapia que mi psicólogo me ofreció, con todo lo que había leído respecto al budismo: ambas se basan en el esfuerzo y disciplina. La disciplina nunca ha sido mi fuerte, pero le estoy agarrando el gustito.
Reencontrarme con aspectos que creía perdidos es una de las cosas que más aprecio de mi terapia, ocuparme y no distraerme; identificar mis valores y actuar según lo que me dictan, es toda una enseñanza.
Cuando los demonios llegan y las crisis se hacen latentes, la atención a los pensamientos y a las emociones los dimensionan más justamente, y por increíble que parezca ¡el yunke no existe!, la tristeza si, las frustraciones y todas esas cosas pero no son imposibles, si les pones atención, no son tan imposibles.
Permitir sentirme mal cuando corresponde, sin juzgarme tan duramente, me ha ayudado a quitar el freno de mano. A veces el camino es pesado, pero no pasa nada si nos sentamos a descansar, eventualmente se agarra condición.
¡Gracias!.»